Que el obispo sea irreprensible
Esta exigencia encabeza la lista de los requisitos pastorales. El concepto es abarcador. El Señor exige esto de todos sus hijos (Filipenses 2:15), pero el obispo tiene que demostrar esta cualidad en eminencia. Tiene que ser irreprensible. De otro modo no puede ser un supervisor del pueblo del Señor. (Obispo significa uno que vela y cuida. Los obispos son pastores y ancianos también y viceversa. Véase Hechos 20:17, 28; 1 Pedro 5:1-4).
El problema de pastores que carecen de las cualidades morales es grave. Oímos constantemente de pastores que fornican o cometen adulterio; otros no gobiernan bien sus casas. Hay aquellos deshonestos en su conducta, en sus negocios, y podríamos continuar hasta que el alma amante de Dios estaría grandemente entristecida. El celo por la casa de Dios nos consume y decimos, “Oh Señor, ven a tu templo y purifícalo”.
Esta situación se debe a varias causas. Entre ellas está la confusión existente en la mayoría de las iglesias, por ejemplo, las iglesias confunden el aumento de miembros con la evangelización y conversión. Para ellas los ministros que logran resultados son los llamados del Señor y por eso no examinan sus calificaciones morales sino más bien su poder de administrar, de atraer a la gente y de hacer “crecer” la iglesia. Junto con esto, hay una confusión entre la mucha actividad y envolvimiento con los programas de la iglesia y la verdadera santidad y adoración. Los que no son convertidos en realidad pueden participar en toda actividad eclesiástica, pero no pueden llevar el fruto del Espíritu que es la verdadera santidad. Por eso tampoco pueden adorar de veras porque no tienen un corazón limpio delante de Dios.
Como resultado de esta confusión, ya hace mucho tiempo que las iglesias están llenas de gente que no pueden soportar sana enseñanza que se opone a la conducta reprensible. Como muchos miembros no son irreprensibles ni quieren serlo así, no les importa tener un pastor irreprensible. Por supuesto, muchos no quieren a un adúltero ni a un ladrón, pero el que no es fiel en lo poco, no es fiel en lo mucho. Y las iglesias prefieren a un pastor un poco reprensible antes que a uno irreprensible.
Ahora bien, el lector quizás está preguntándose, ¿y qué pretende éste? ¿Cree que el pastor tiene que ser perfecto? Las Escrituras dicen que todos tenemos que ser perfectos como Dios es perfecto (Mateo 5:48; 1 Pedro 1:15, 16). También declaran que el que dice no tener pecado es mentiroso (1 Juan 1:8-10). Ser irreprensible no quiere decir que el cristiano nunca peca, pero que no ama y practica el pecado. No tiene algún pecado favorito que consiente y protege. Y no hay nadie que en justicia pueda decir que éste me ha hecho mal y no ha pedido perdón; no ha hecho restitución.
Tenemos que dar gracias al Señor que en estos días hay muchos que otra vez han visto verdades que por ser suprimidas han causado tanta confusión y decadencia en la casa del Señor. Han visto como antes de la fundación del mundo Dios escogió un pueblo para sí para que fuese santo y sin mancha (Efesios 1:4). Ese pueblo fue rescatado por Jesucristo el Hijo. Murió por ellos para que no vivieran para sí sino para Él (2 Corintios 5:14, 15). El Espíritu Santo, por medio de la verdad, da vida a esos escogidos y los santifica (2 Tesalonicenses 2:13, 14).
Pero junto con aquellos que han visto estas verdades y han sentido el poder de ellas de modo que quieren honrar al Señor en todo, hay aquellos que todavía siguen los caminos de confusión. Tomando refugio en las doctrinas de la gracia soberana, viven desordenadamente y traen mal nombre sobre nosotros los que anhelamos conformarnos a la Palabra del Señor.
Conocemos a algunos predicadores de la gracia soberana que se han divorciado sin causa bíblica y se han casado con otra (a veces también con una divorciada sin causa bíblica). Estos no piensan en lo reprensible de su conducta sino que siguen adelante sin poder alguno para dirigir los casados y las familias en los caminos de justicia por amor del nombre divino, porque su ejemplo hace vacías sus palabras.
Hay otros que están endeudados y que hacen poco o nada para pagar sus deudas, o que utilizan el dinero que deben a otros en cosas innecesarias en vez de limpiar su nombre ante todos. Otros con mal genio e impaciencia traen reproche sobre sí. El anhelo nuestro es que el Señor purifique las iglesias y que ponga en ellas pastores conforme a su corazón.
Mientras tanto, con humildad y reconociendo que sólo Dios puede mantenernos irreprensibles, tenemos que desasociar nuestros nombres de aquellos que no son irreprensibles y que siguen pastoreando sin las calificaciones debidas.
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