¿Por qué recordar a Spurgeon?
Arnold Dallimore
Pocas vidas en toda la historia cristiana resultarán tan provechosas para el cristiano evangélico como la de C.H. Spurgeon.
Un ejemplo para orar
Al comienzo mismo de su ministerio, Spurgeon evidencia el valor de enseñar a una congregación a orar. A la edad de diecinueve años, se convirtió en el pastor de New Park Street Baptist Chapel en Londres y halló que, si bien se encontraba entre un grupo de personas que podían fácilmente orar en la debida forma, pocos de ellos oraban realmente.
Pero oyeron a Spurgeon orar, le oyeron interceder ante Dios como ante uno a quien conocía bien, le oyeron entrar en el lugar santo con las alabanzas del corazón e interceder con fe inquebrantable, le vieron deshacerse en súplicas ante el trono eterno, y se sintieron avergonzados de su propia articulación de palabras que ellos consideraban como oración.
Muchos de ellos, aprendiendo de su ejemplo, entraron con nuevo fervor en el privilegio de la oración que tiene el creyente. Comenzaron a vencer el hábito largamente practicado de decir meramente las palabras y aferrarse a Dios en la intercesión.
Spurgeon dice: “A veces parecían suplicar como si pudieran ver el ángel del pacto allí presente con ellos…Más de una vez se sintieron tan abrumados con la solemnidad de la reunión que nos sentamos durante unos momentos mientras que el poder del Señor parecía hacernos sombra…Teníamos reuniones de oración en New Park Street que movían nuestras mismas almas. Cada hombre parecía decidido a asaltar la Ciudad Celestial por el poder de la intercesión, y pronto la bendición vino sobre nosotros en tal abundancia que no teníamos espacio para recibirla”.
Habiendo aprendido a orar al principio del ministerio de Spurgeon, la congregación continuó de esta manera a sostener sus trabajos en oración mientras continuaba la vida. Ojalá que nosotros como pastores diéramos tal ejemplo a nuestras congregaciones en la actualidad y ojalá que éstas aprendieran la gran lección enseñada a estos santos hace un siglo y medio.
Un ejemplo para participar
La vida de Spurgeon también nos instruye en las implicaciones sociales del Evangelio. Antes de haber pasado un año en Londres, una epidemia de cólera asiática irrumpió y la gente enfermó en todas partes. La muerte entró en muchos hogares.
En aquellos tiempos la superstición en cuanto a las causas de tal enfermedad estaba muy extendida y la creencia general era que para evitarla, había que mantenerse alejado de la misma.
No obstante, Spurgeon iba constantemente a hogares que aquélla había invadido, y nos dice: “Familia tras familia me requería para ir al lecho de los afectados, y casi cada día me llamaban a visitar la tumba. Al principio me entregué con ardor juvenil a la visitación de los enfermos y me reclamaban desde todos los rincones del distrito personas de todos los rangos y religiones…”
Spurgeon informa haber sido llamado a las tres de la mañana para visitar cierto hogar. Al llegar allí pasó a una alcoba en que yacía un moribundo asistido por una enfermera. La enfermera le dijo que el hombre la había apremiado a llamarle y que quería una Biblia.
Sabiendo que el hombre estaba demasiado decaído para leer la Biblia por sí mismo, Spurgeon estaba a punto de repetir ciertas Escrituras cuando el hombre pasó a la eternidad. Recordó cómo este hombre se había burlado anteriormente de la Biblia y se había mofado de Spurgeon.
Llamando a los que estaban afligidos, Spurgeon declaraba el Evangelio a los enfermos y moribundos, llevando consuelo a los que eran creyentes y presentando el Evangelio a muchos que no lo eran. A su vez, cuando pasó la epidemia, numerosos londinenses del sur de la ciudad supieron acerca del predicador que no huyó de la presencia de la enfermedad, que poseía seguridad de salvación aun cuando se enfrentaba cara a cara con la muerte, y que se preocupaba por los necesitados de la humanidad.
Un ejemplo a proporcionar
Que el cristianismo conduce a la realización de buenas obras fue particularmente evidente en la fundación y mantenimiento por parte de Spurgeon de un orfanato. Construyó primero un hogar para muchachos y pronto añadió otro para muchachas. La institución se completó como una escuela y una enfermería y cubrió toda una finca.
También estableció una casa de beneficencia que proporcionó un hogar para varias viudas en la miseria. En aquellos tiempos el Estado hacía poco para asistir a los huérfanos y a las viudas, y estas instituciones provistas por Spurgeon proporcionaron un hogar gratis a docenas de niños necesitados y varias ancianas.
El Dr. Joseph Parker, un ministro en el vecindario, no estaba de acuerdo con la lealtad de Spurgeon a las Escrituras, pero reconocía la grandeza de su corazón manifestada en el cuidado de estos destituidos.
Decía Parker: “El Sr. Spurgeon estaba totalmente destituido de benevolencia intelectual. Con él, estabas arriba o abajo, dentro o fuera, muerto o vivo. En cuanto a zonas intermedias, líneas graduadas, una luz que componga la sombra en su airoso ejercicio de toma y daca, él simplemente los consideraba heterodoxos…Por otra parte, ¿quién podría compararse con él en comprensión moral? ¿Quién responde tan prestamente al dolor y la necesidad y la desvalidez? Visto así, el Sr. Spurgeon era ciertamente dos hombres. El teólogo y el filántropo vivían en lados opuestos del universo”.
Si tan sólo Parker se hubiera dado cuenta de ello, la filantropía de Spurgeon surgía de su teología. Era la creencia de Spurgeon en la Biblia y sus enseñanzas doctrinales lo que constituía el fundamento de su bondad y su preocupación por los necesitados; una creencia que estaba muy lejos de la suposición de Parker de que el mundo iba a mejorar más y más, siendo esta misma una creencia sin fundamento teológico.
Un ejemplo para predicar
La creencia bíblica de Spurgeon y su filantropía se pusieron también de manifiesto en su preparación de jóvenes para el ministerio. Al principio de su obra en Londres, un joven con poca formación académica fue a él declarando que había experimentado el llamamiento de Dios al ministerio y deseando prepararse.
Spurgeon reconoció que tenía celo y pronto percibió que poseía el don de la oratoria, e hizo arreglos para que asistiera a una escuela de internos cercana y fuera a él personalmente una vez a la semana para una tarde de estudio teológico y consideración de la obra ministerial en general. Otros jóvenes fueron pronto a él, pidiéndole el mismo privilegio, y tras haber construido su gran iglesia nueva en el sur de Londres, el Metropolitan Tabernacle, añadió otro edificio, el colegio de pastores.
La base para entrar era que un hombre diera un claro testimonio de haber nacido de nuevo, que estuviera igualmente seguro de que Dios le hubiera llamado al ministerio y que tuviera celo por ganar a los perdidos para Cristo; y aunque pudiera proceder de circunstancias muy adversas, era bienvenido.
En el colegio, los hombres eran preparados en las asignaturas que se enseñan usualmente en los seminarios teológicos. Participaban en las actividades del Tabernáculo, enseñaban en las escuelas de niños pobres y predicaban en reuniones al aire libre. No había ejercicios de graduación ni licenciaturas, pero con el paso de los años, un gran número de hombres siguió adelante poderosamente instruidos en las Escrituras y capaces de presentar el Evangelio con claridad y poderosa persuasión.
El orfanato, las casas de beneficencia y el colegio de pastores funcionaban todos sin cobrar lo más mínimo a los que se beneficiaban de los mismos. Pero si bien Dios cuidó de ellos milagrosamente, sus necesidades económicas resultaron ser fuente de preocupación constante para el hombre que los había originado.
Doctrina esencial
Un conocimiento de la vida de Spurgeon es especialmente valioso para los cristianos de nuestro tiempo, por cuanto demuestra el hecho de que un ministerio necesita ser particularmente doctrinal. Una mera presentación de las narraciones registradas en la Escritura, o de las cualidades literarias de la Biblia, no es suficiente.
El verdadero pastor expone el vasto sistema de teología subyacente revelado en la Biblia. La personalidad de Spurgeon parecía especialmente apta para el estudio de la teología y desde los días de su niñez vivió en medio de grandes verdades doctrinales.
Mientras que la mayoría de los predicadores jóvenes tratan principalmente tales asuntos como la historia de José en Egipto, las aventuras del rey David, o el relato del hijo pródigo, cuando Spurgeon tenía unos veinte años, predicaba a su gran audiencia sobre tales textos como: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió”, “Aceptos en el amado”, “De su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia”.
Subrayando todo lo que decía, estaba la convicción de que Dios es la fuente y la causa de la salvación del hombre, que Él ha escogido a los suyos desde antes de la fundación del mundo, que Cristo llevó el castigo de estos escogidos, que el Espíritu Santo los busca, los convence de pecado y los hace creer en Jesucristo.
Una audiencia privada con Dios
Estas convicciones influyeron en el método de Spurgeon para conducir a los pecadores a la salvación. Se burlaba del método, tan ampliamente utilizado hoy, de terminar un sermón con una historia emocional y apelando inmediatamente a la gente a “venir a Cristo” yendo al frente del auditorio mientras la congregación canta: “Tal como soy…bendito Cristo, vengo a ti”. Por el contrario, él aplicaba el Evangelio no al terminar el sermón, sino desde sus primeras frases y desde sus primeras palabras declaraba la división que Dios hace en la humanidad; los salvos y los perdidos.
Presentaba la obra consumada de Cristo en la cruz, apremiando a los perdidos a conocer su necesidad y afirmando el poder salvador a todos los que se arrepienten de sus pecados y confían en el Salvador.
A menudo decía a sus congregaciones, al terminar un sermón, que salieran del edificio con la consciencia de las grandes verdades que habían oído en sus mentes, diciéndole al pecador que se fuera a casa y se quedara a solas con Dios e invocara a Dios para que le salvara, que reclamara para sí alguna promesa de la Escritura.
El pecador había de tener una experiencia de la gracia de Dios, y Spurgeon apartaba ciertas horas durante la semana en las que estaría disponible para asistir a cualquier alma que buscara.
Numerosos hombres y mujeres acudían a él cada semana, ya fuese para buscar su orientación o para decirle que habían recibido a Cristo en sus propios hogares. En la reunión de oración semanal, se designaba a un mensajero para visitar a los tales y los hombres así designados manifestaban un conocimiento maravilloso para el desempeño de esta importante tarea.
Creyentes bautizados
Aquellos que los mensajeros sentían haber experimentado verdaderamente la gracia salvadora eran apremiados a dar su testimonio de estar muertos al mundo y “resucitados para andar en novedad de vida” mediante el bautismo. Prácticamente cada domingo por la tarde, un número de hombres y mujeres, jóvenes y mayores “se revestían de Cristo” en el bautismo y continuaban viviendo la vida cristiana.
La minuciosidad del método de Spurgeon para tratar a las almas evitaba la hueste de personas que hacen una profesión y después se apartan, pero producía hombres y mujeres que continuaban andando con el Señor.
La vida de Spurgeon nos enseña la verdadera naturaleza del arrepentimiento. La palabra “avivamiento” aparece muy raramente en sus sermones, pero la experiencia del mismo es manifiestamente constante en su ministerio.
Cuando fue a los diecisiete años de edad como pastor de la pequeña capilla con techo de paja en Waterbeach, la obra estaba viva pero poco más y la congregación era pequeña. No obstante, una hueste humana era atraída a su predicación, el edificio se llenaba completamente y constantemente se presenciaban milagros de la gracia de Dios en la transformación de los pecadores.
A los diecinueve años fue a Londres y su congregación creció inmediatamente hasta llenar un gran salón can capacidad para 8,000 oyentes. Más adelante llenó el Metropolitan Tabernacle, que él construyó y que llegó a ser el hogar de su iglesia. Desde 1855 hasta 1917, se estuvo publicando un sermón de Spurgeon cada semana, y éstos constituyen en la actualidad la mayor biblioteca de sermones en inglés existente en la actualidad. Estos sermones se enviaban por todo el mundo como discursos por separado y como volúmenes anuales, y si bien Spurgeon no describió su propio ministerio en términos de avivamiento, sin embargo, desde su principio hasta su fin, experimentó prácticamente un período de continuo avivamiento.
Cien años después
Al llegar al centésimo aniversario de la muerte de Spurgeon, hacemos bien en recordar su vida. Los cristianos de nuestro tiempo no pueden hacer cosa mejor que recordar las doctrinas que él predicó, buscar orar como él oró y predicar con el fervor que caracterizó su ministerio.
El fue verdaderamente un hombre santo y la oración de los creyentes en todos los lugares debiera ser que Dios levante a hombres que anden en su senda y a quienes Dios conceda una medida similar de la presencia y el poder del Espíritu Santo.
Publicado originalmente en Nueva Reforma. Reservados todos los derechos. ©2010