La prioridad de pastorear el rebaño del Señor I
Vamos a estudiar la prioridad de pastorear el rebaño del Señor. Hemos visto anteriormente la prioridad de la predicación y también la prioridad de la oración.
Tenemos que ser los mejores predicadores que podamos y, por medio del ministerio público de la Palabra de Dios que tiene el pastor, intentar alimentar a las ovejas con la verdad de la Palabra.
De hecho, en Jeremías 3:15, el Señor promete: “Entonces os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con conocimiento y con inteligencia”.
El pastor es alguien que alimenta al rebaño de Dios con el alimento de las Escrituras; pero el pastor es más que un orador público y su ministerio de la Palabra de Dios va más allá de la predicación en el púlpito. Es un pastor y su preocupación es que cada oveja individual del rebaño del Señor reciba el alimento de la Palabra de Dios de forma personal y específica.
Vamos a Colosenses capítulo uno y leemos la descripción que hace Pablo de esta preocupación por cada persona que se encuentra bajo su ministerio público.
Cada hombre es tema de preocupación para el Apóstol. Él le habla a todos los tipos de hombres y también, de forma individual, a cada uno de ellos. A todos los hombres. Y lo hace a un gran precio, con esfuerzo y tormento, con luchas, no confiando en su propia fuerza sino en el poder que obra poderosamente dentro de él; es una energía y una capacidad que se le da al hombre de Dios para que haga el trabajo que Él le ha llamado a hacer, porque es un hombre al que el Espíritu Santo le ha dado el don. El Espíritu Santo obra poderosamente dentro de él mientras él trabaja tan duramente como puede. Pablo dice: “trabajo”. Trabajo hasta el punto de quedar agotado. Algunas veces caigo en la cama absolutamente exhausto emocional, espiritual y físicamente, habiendo trabajado hasta el agotamiento, pero no con mi propio poder: “[…] trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí”.
La obra del ministerio pastoral requiere que se pastoree a las ovejas, que se les alimente con la Palabra de Dios, no solamente de forma pública en la adoración corporativa, desde el púlpito, sino también de una forma personal, privada e individual, esforzándonos en tener encuentros con ellos, de uno en uno.
Ahora bien; antes de considerar todo lo que involucra el pastoreo del rebaño de Dios, estudiemos algunas metáforas o descripciones bíblicas del ministerio pastoral. Ciertamente, el pastor es la metáfora dominante que se utiliza en la Biblia para describir el ministerio pastoral; pero no es la única. Tengo que mencionar algunas de ellas para que podáis ver el ministerio pastoral desde distintos puntos de vista, según se describe en la Palabra de Dios. Cuando vamos al libro de los Hechos capítulo veinte, encontramos la metáfora de un supervisor; en Hechos veinte, versículo veintiocho: “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre”.
De modo que, en la tarea del pastoreo, vemos que también hay una labor de supervisión. La palabra en el original significa estar por encima para supervisar, vigilar y montar guardia sobre algo. La idea es un vigía militar, que tiene una posición para proteger al rebaño montando guardia y vigilándolo. Es, asimismo, la idea de alguien que supervisa lo que se está haciendo para asegurarse de que se está llevando a cabo aquello que ha sido encomendado. En Hebreos capítulo trece se nos da otra metáfora y es la de un gobernador o un gobernante. Aquí el sustantivo “vuestros líderes” podría traducirse por gobernadores o gobernantes. Es la idea de alguien a quien el rey le ha delegado autoridad. Es alguien responsable, delante del rey, de la prosperidad de sus súbditos, de los ciudadanos que viven en su reino. Jesús nos dice que no debemos gobernar como hacen los gentiles que imponen su propia autoridad sobre el pueblo de Dios, sino que debemos hacerlo a la manera de Cristo, en un servicio que implica el sacrificio de uno mismo por el bien de la gente. Hay que liderar a las personas por medio del ejemplo, ganándose el respeto de la conciencia y gobernando para el bien del rey, para su gloria y para beneficio de las personas y no para uno mismo ni para autopromocionarse.
En primera de Tesalonicenses, capítulo dos se nos da aún otra metáfora, por medio de la cual debemos entender el ministerio pastoral y esta es la de los padres.
En primera de Tesalonicenses dos, versículo siete leemos: “Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos”.
Aquí tenemos a una madre que cría a sus hijos, como descripción del ministerio y, después, en el versículo once leemos: “Así como sabéis de qué manera os exhortábamos, alentábamos e implorábamos a cada uno de vosotros […]”.
“A cada uno de vosotros”, ¿lo veis? El enfoque individual: cada uno de vosotros. “[…] como un padre lo haría con sus propios hijos”.
Así pues, como una madre que cría a su hijo tiernamente, cuidando, alimentando y ministrando, y también como un padre que exhorta, instruye y disciplina. El propósito de los padres, tanto de la madre como del padre, es ver al hijo madurar; que crezca, se desarrolle y se convierta en un adulto independiente.
Hay que enseñarles; predicar, pero también enseñar. Y la imagen que tenemos aquí es la de un maestro en medio de sus estudiantes. Sin embargo, la enseñanza no se limita simplemente a dar la información bíblica, aun con todo lo importante y crucial que esto es, sino que se trata de una instrucción sobre cómo seguir a Cristo, cómo vivir la vida cristiana y la forma de poner en práctica la verdad de las Escrituras. Así pues, en resumen, vemos el ministerio pastoral por medio de estas metáforas. La imagen dominante es la de un pastor en medio de sus ovejas, pero esta representación está ampliada por otras perspectivas, de manera que la labor del pastor es la tarea de alguien que debe proteger como un vigía, conducir como un gobernador, alimentar como hacen los padres e instruir como maestros, con el fin de poder guiar al rebaño de Dios por el camino del servicio obediente a Jesucristo.
Ahora que hemos visto esta amplia imagen del ministerio pastoral, centrémonos específicamente en el ministerio del pastoreo tal y como se describe en las Escrituras.
Nuestro ministerio como pastores debe seguir el modelo del propio Buen Pastor, Jesucristo, quien describe su ministerio pastoral en el Evangelio de Juan capítulo diez, comenzando a leer desde el versículo uno.
Bien; observemos algunos elementos de la descripción que Jesús hace de sí mismo como el Buen Pastor:
Desde el versículo uno y hasta el seis se nos hace saber que el Pastor tiene un conocimiento íntimo de sus ovejas. El pastor tiene una relación personal con sus ovejas.
Observemos cómo, desde el versículo siete hasta el diez, el Pastor se esfuerza con respecto a la provisión para las ovejas, para sus vidas y cómo procura protegerlas de cualquier amenaza o cualquier mal.
Desde el versículo once hasta el trece, vemos de nuevo que el Pastor se compromete a proteger a las ovejas. Se le describe como aquel que se preocupa por ellas.
Desde el versículo catorce hasta el dieciséis, el Pastor se niega a sí mismo por el bien de las ovejas.
Así pues, estos son los tres aspectos principales del pastoreo: provisión, protección, presidencia sobre las ovejas. Provisión, protección y presidir, guiar, dirigir y conducir.
En el Salmo veintitrés, quizás uno de los salmos sobre el pastoreo que nos resulta más familiar, se describe al Señor como nuestro pastor, en esta ocasión con términos del Antiguo Testamento. Una vez vista la descripción que se hace en Juan diez, en palabras del Nuevo Testamento, en el Salmo veintitrés leemos: El SEÑOR es mi pastor, nada me faltará.
Aunque el pastoreo implica muchas cosas, la labor del pastor siempre se compone de estos tres aspectos: provisión —alimentar al rebaño, cuidarlo para que esté bien alimentado—; protección, vigilancia sobre el rebaño, mantenerlo a salvo, protegerlo de las amenazas externas y cuidarlo de cualquier problema que pueda surgir de dentro del rebaño; presidir sobre él, o guiar, dirigir y liderar o conducir. Estamos llevando el rebaño a algún lugar. Le estamos dirigiendo a los caminos de un servicio obediente a Cristo para, finalmente, poder llevarlos al hogar del Padre. Estas tres responsabilidades siempre se mezclan entre sí para un ministerio fiel y bíblico de pastoreo.
Reservados todos los derechos.