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Los mandamientos de Dios

Dave Chanski

Nuestra generación ha sido testigo de una gran agitación social. Parte del legado de los años sesenta ha sido el abandono de todos los principios morales absolutos. Como ocurre con cualquier otra tendencia perjudicial, lo que ocurre en la sociedad en general también contamina a la iglesia que profesa creer en Jesucristo. Mientras que los cristianos protestantes piadosos han venido creyendo, durante siglos, que la ley de Dios y sus mandamientos tenían una gran importancia en su vida y su conducta, ahora se ha difundido la opinión entre los cristianos evangélicos de que éste ya no es el caso. Aquellos que profesan ser cristianos citan alegremente, y a la ligera, textos como Romanos 6:14: «Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia» ¡e imaginan que no tienen que volver a preocuparse jamás por los «No debes»!

Esas personas emancipadas y progresistas desprecian, se burlan o sencillamente ignoran la ley que David, Cristo y Pablo declararon amar. David dijo que una de las marcas del hombre piadoso es que «en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche» (Salmo 1:2). Alguien podría decir: «¡Pero esta es la actitud de un santo del Antiguo Testamento!». Es verdad, pero también es la actitud del mismísimo Señor Jesús. Si leemos toda nuestra Biblia, descubriremos que las palabras de David en el Salmo 40:8: «Me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío; tu ley está dentro de mi corazón», no representaban solamente los sentimientos de David, sino que se hacían eco de lo que había en el corazón del Mesías (cf. Hebreos 10:5-7). Pablo dijo que se deleitaba en el hombre interior con la ley de Dios (Romanos 7:22). Mientras muchos dicen hoy en día que la ley es inútil, negativa y perjudicial, Pablo dijo que es «santa, justa y buena» (Romanos 7:12).

Que Dios nos transforme mediante la renovación de nuestra mente, de acuerdo con su palabra, para que reflejemos la actitud de nuestro bendito Redentor y no la actitud malvada y anarquista del mundo con respecto a su santa ley. Él dijo que hacer la voluntad de su Padre, tal y como se revela en sus mandamientos, era su comida y su bebida (Juan 4:34; 15:9-11).

¿Es usted del tipo de cristiano que considera los mandamientos de Dios como algo negativo, gravoso e indeseable? ¿Su conclusión es que, por esos motivos, no se aplican a usted? ¡Lo verdaderamente triste e irónica es que, de alguna manera, el mundo tiene una mejor teología en lo referente a las leyes y a los mandamientos de Dios que la iglesia que profesa ser cristiana!

Hace algunos años, el escritor iba en su automóvil por la autovía cuando otro coche le adelantó a toda velocidad, sobrepasando en unos cuantos kilómetros por hora el límite marcado. ¡La pegatina que llevaba en el parachoques proclamaba algo del estilo de: los ocupantes de este coche disfrutan de su libertad en Cristo! Si damos por supuesto que el auto no era robado, el conductor parecería indicar su convicción de que el mandamiento: «Honra a tu padre y a tu madre» —que significa que debemos someternos a toda autoridad humana—, no se aplicaba a él. Tampoco el mandamiento siguiente: «Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan» (Romanos 13:1; cf. 1 Pedro 2:13-14). Cuando el mundo ve a aquellos que afirman seguir a Cristo en una actitud de ignorar de manera flagrante sus mandamientos, su respuesta no es desear ardientemente llegar a tener una libertad semejante. ¡Lo más probable es que califiquen a esa gente de hipócrita! El mundo no considera que el «cristiano» fornicario, ladrón, asesino o mentiroso sea una persona liberada y menos aún virtuosa; lo ven más bien como lo que es en realidad: un hipócrita. ¿Por qué ocurre esto? Porque el mundo tiene el suficiente discernimiento para saber que alguien que afirme ser un discípulo de Jesucristo está obligado a seguir los mandamientos de Dios (cf. 1 Juan 2:3-6).

Muchos de los que profesan ser cristianos podrían aprender algo de Ted Koppel (que no es ningún promotor del cristianismo evangélico). Una vez, Koppel se lamentaba de la falta de respeto por la autoridad que muestra nuestra cultura en general y del desdén que tiene por todos los valores absolutos y dijo: «Cuando Moisés descendió del Monte Sinaí, no traía las Diez Sugerencias sino los Diez Mandamientos». Piense usted en esto.

Traducción de www.ibrnb.com, Derechos Reservados. Esperamos que lo que ha leído le sea de edificación. Si desea compartir este artículo o recurso en el Internet, le animamos a hacerlo por medio de un enlace a nuestro sitio web. Si lo usa de esta manera, por favor escriba a nuestra dirección electrónica: admin@ibrnb.com.

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