Las batallas libradas por Spurgeon III
Jonathan Watson
La batalla final que debemos considerar es la conocida como la Downgrade Controversy, de difícil traducción. Tuvo lugar durante la década de los ochenta en el siglo pasado. El término Downgrade (degradación) apareció primero en la revista Sword and Trowel (La espada y la paleta) dirigida por Spurgeon. Se aplicó a la elección de conceptos evangélicos, frases y afirmaciones doctrinales, vaciados de su significado, fruto del pensamiento moderno. Por lo tanto el término, como es usado por los modernistas, expresaba todo un nuevo entendimiento de la antigua fe. De cierto para muchos el asunto candente del día era: “¿Es esto meramente un nuevo entendimiento de la antigua fe, o un evangelio completamente diferente?”
En muchas esferas del conocimiento el siglo XIX testificó de avances espectaculares; en ciencia, filosofía, idiomas e historia, pareció ser el renacimiento de la erudición y un interés nuevo por la exactitud y el progreso. En este esfuerzo de progresar, fueron cuestionados conceptos tradicionales, antiguas fuentes de información fueron críticamente examinadas, y se hizo un progreso genuino. Pero si en todas estas esferas los adelantos fueron posibles, entonces ¿por qué el conocimiento espiritual del hombre debería permanecer estático? ¿Qué ganancias podrían ser hechas para el cristianismo si la Iglesia estuviera dispuesta a adaptar una actitud menos rígida y menos falta de sentido crítico hacia los contenidos de la Escritura? De hecho, ¿no era esencial un nuevo acercamiento a la interpretación de la Escritura y una nueva definición de su inspiración si el cristianismo no había de perder contacto con la marcha externa de la ciencia? ¿Y podría no ser el caso que algunos de los aspectos de la Escritura pudieran ser explicados más fácilmente si el antiguo punto de vista fuera abandonado?
Preguntas como éstas estaban siendo expuestas tan tempranamente como en 1850, y una actitud general estaba creciendo en la Iglesia victoriana, que este nuevo espíritu de informarse no produciría ningún cambio revolucionario que los beneficios conducirían a un tipo de fe incambiable pero progresista. Con este punto de vista liberal en el asiento del conductor, había una desgana general para confrontar la nueva enseñanza, y aquellos que consideraban la circulación de la nueva teología como un incipiente peligroso encontraron poco apoyo de sus ministros compañeros y líderes denominacionales.
En 1880 la Nueva Escuela dominante en el Congregacionalismo. R.W. Dale negó en 1874 el eterno castigo de los pecadores prefiriendo la aniquilación. Evolucionó y más tarde declaró que una aceptación de Cristo no era esencial para la experiencia de la fe salvífica en su persona. En su libro El Cristo viviente y los cuatro evangelios (1890), argumentaba que Cristo no está perdido entre nosotros aunque descartemos en la inerrancia de la Escritura. Alexander MacKernal, director de la sesión otoñal de la Unión Congregacional de 1887, resumió el nuevo modo de pensar cuando distinguió entre dogma como una declaración final y doctrina como algo que está siempre progresando. Los congregacionalistas rechazaron el dogma pero retuvieron la doctrina.
Ahora bien, fue en esta situación que Spurgeon públicamente dio un mensaje él mismo en la revista Sword and Trowel en 1887. Dirigió la atención a las desastrosas consecuencias prácticas de la nueva enseñanza:
El ir a los lugares de adoración está declinando, y la reverencia por las cosas santas está desvaneciéndose, y creemos solemnemente que esto es debido en mayor parte al escepticismo que se ha transmitido desde el púlpito y extendido entre el pueblo…Estos avanzados pensadores, ¿han llenado sus propias capillas? Después de todo, ¿han prosperado por descartar los antiguos métodos?…En locales que daban cabida a 1,0000 o 12,000, o 15,000, lugares que una vez estaban abarrotados hasta el techo con ardientes oidores, ¡qué pequeño es ahora el número!
Para terminar destaca un tema que otros habían rehusado enfrentar:
Ahora llega a ser una pregunta seria hasta qué punto aquellos que permanecen en la fe una vez dada a los santos debieran fraternizar con aquellos que se han desviado hacia otro evangelio. El amor cristiano tiene sus afirmaciones y las divisiones han de ser evitadas como males lamentables, pero ¿hasta qué punto estamos justificados en permanecer confederados con aquellos que se están apartando de la verdad?
En el número correspondiente a septiembre, que fue publicado inmediatamente antes de la reunión otoñal de la Unión Bautista en Sheffield, Spurgeon otra vez habló con palabras solemnes sobre este asunto: “Se está abriendo un abismo entre los hombres que creen sus Biblias y los hombres que están preparados para ir más allá de las Escrituras”. Para Spurgeon el tiempo había llegado para que los cristianos se estimularan a sí mismos para la acción.
La casa está siendo robada, sus propias paredes están siendo derrumbadas, pero a la buena gente que está en la cama les gusta demasiado el calor, y están demasiado asustados de romperse la cabeza, para bajar las escaleras y encontrarse con los atracadores…La inspiración y la especulación no pueden por más tiempo permanecer en paz. No puede haber ningún compromiso. No podemos mantener la inspiración de la Palabra y sin embargo rechazarla; no podemos creer en la expiación y sin embargo negarla; no podemos mantener la doctrina de la caída y sin embargo hablar de la evolución de la vida espiritual de la naturaleza humana; no podemos reconocer el castigo del impenitente y sin embargo permitir la esperanza más grande. Debemos seguir un camino u otro. La decisión es la virtud de la hora.
Spurgeon, evidentemente, esperaba acción. S.H. Booth, Secretario de la Unión Bautista, ya había consultado en varias ocasiones con Spurgeon, expresando su preocupación por el declive de la ortodoxia dentro de la mencionada Unión Bautista, y tenía informado a Spurgeon de la marcha de los acontecimientos.
Sin embargo en Sheffield toda la cuestión de este declive teológico-doctrinal fue evitada por completo. El 28 de octubre de 1887 Spurgeon se retiró de la Unión y en el número de noviembre, explica sus razones. La Unión estaba prefiriendo la paz denominacional al deber bíblico de tratar con el error y así tolerando el pecado hacían que la retirada de los cristianos fuera inevitable.
El curso de los sucesos después de que Spurgeon abandonara la Unión fue como sigue. En noviembre de 1887 Spurgeon explica a los miembros de su Conferencia de Pastores el trasfondo de su abandono. Dijo que lo hijo sólo después de que sus protestas privadas y repetidos llamamientos públicos de nada habían servido. En diciembre de 1987 el Concilio la Unión Bautista se reunió. S.H. Booth, el Secretario, niega recibir de Spurgeon ninguna acusación de descuido de la fe, tal como lo habría justificado poniéndole delante del Concilio. El Concilio busca una entrevista con Spurgeon. Este comienza a desconfiar del Concilio ya que, en su opinión, la reunión de diciembre reveló una falta de deseo real de afrontar el problema. Spurgeon no pudo sino sentir que el Concilio iba a hacerle aparecer como un contencioso, inflexible e implacable. El 13 de enero del 1888, Spurgeon se reúne con cuatro doctores de teología en el Tabernáculo Metropolitano, quienes le preguntaron: “¿Cómo puede ser mantenida la unidad de nuestra denominación en verdad y amor y buenas obras?” Spurgeon respondió que la unión debe adoptar unas bases de fe claramente evangélicas.
El 18 de enero de ese mismo año, el Concilio de la Unión Bautista pasa un voto de censura contra Spurgeon por no retirar su dimisión de la unión o por no proveer casos específicos de herejía. En el mes siguiente, febrero, el Concilio redactó una declaración de fe. En la superficie parecía evangélica, pero en la atmósfera en la que fue sacada, Spurgeon desconfió de ella. Estaba insatisfecho con todo el espíritu en el cual la declaración había sido redactada. Era el producto del compromiso; consenso y compromiso. No era lo suficientemente clara. Spurgeon quería una declaración que fuera el medio real para descubrir los respectivos números de aquellos que estaban de acuerdo con la antigua fe y aquellos que abogaban por la nueva; pero el partido fuerte medio en el Concilio quiso evitar tal prueba y tal rompimiento consecuente.
En abril la Asamblea acepta las bases de fe por 12.000 votos contre 7. Ambos, los modernistas y los poco suspicaces evangélicos (incluyendo el propio hermano y copastor de Spurgeon, James), pensaron que habían ganado la batalla. Pero Spurgeon, aunque desanimado, no estaba sorprendido en absoluto.
¿No radica toda la virtud del asunto en complacer un poco a ambos lados? ¿Y no es éste el vicio y su condenación?…Es motivo de tristeza grande para mí que hasta ahora muchos de nuestros más honorables amigos en la Unión Bautista, con fuerte determinación, cerraron sus ojos a serias divergencias de la verdad. No dudo que sus motivos han sido en una medida loables, porque ellos deseaban preservar la paz, y esperaban que los errores, los cuales fueron forzados a ver; serían quitados mientras sus amigos avanzaban en años y conocimiento.
Pero al final aun estos, confío, descubrirán que los nuevos puntos de vista no son la antigua verdad en un mejor vestido, sino errores fatales con los que no podemos tener comunión. Considero el pensamiento moderno completamente desarrollado con un culto totalmente nuevo, que no tiene más relación con el cristianismo que las brumas de la tarde con los montes sin fin.
Procuremos mostrar al Señor Jesucristo como el Maestro Infalible, a través de su Palabra inspirada. No entiendo esa lealtad a Cristo que está empañada por indiferencia hacia sus palabras. ¿Cómo podemos reverenciar su Persona, si sus palabras y aquellas de sus apóstoles son tratadas sin respeto? A menos que recibamos las Palabras de Cristo no podemos recibir a Cristo; a menos que recibamos las palabras de sus apóstoles, no podemos recibir a Cristo; porque Juan dice: “El que conoce a Dios nos oye, el que no es de Dios no nos oye. Por eso conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error.”
Las lecciones que extraemos de la controversia Downgrade, expuestas brevemente son:
1) Lo que Spurgeon predicó en 1864, lo practicó en 1887, y eso es, debe ser, lealtad a Cristo y su Palabra, y no a ningún grupo o unión de iglesias: “Sea la Iglesia bautista, la episcopal, o la presbiteriana, la que yerre del camino de Cristo, no es nada para alguno de nosotros cuál pueda ser: es Cristo quien nos importa, y su verdad, y esto es lo que tenemos que seguir por encima de todos los setos y zanjas que hagan los hombres.”
2) ¿A qué conducirá y animará una degradación del Evangelio? A una desgana para definir concretamente cualquier tema doctrinal, a una disponibilidad para reducir el contenido de la fe cristiana a un mínimo inadecuado, y a una caridad que hace desinteresados a los hombres a cuestionar la afirmación de cualquier denominación a la vista de Dios, mientras profese ser evangélico. Esto animó aquel declive del Evangelio en el día de Spurgeon y ¡debemos aprender la lección para nuestro día presente!
3) El movimiento de declinación doctrinal reveló que las Escrituras no eran por más tiempo regla de fe y práctica dentro de la Unión, ni del no conformismo en general. La tragedia de la Downgrade fue que había muchos que no pudieron ver que la Escritura habla definitivamente sobre la situación existente. Spurgeon estaba en una situación solitaria, porque a diferencia de sus compañeros ministros vio dos puntos importantes con claridad. Para Spurgeon éstos fueron los temas que él vio y enseñó tan claramente:
a) Que los cristianos estén unidos en asociación a ministros que no predican el Evangelio de Cristo es incurrir en culpa moral.
b) Una Unión que puede continuar aparte de si sus iglesias miembros pertenecen a una fe común, no está cumpliendo ninguna función escritural.
c) La preservación de una asociación denominacional cuando no tiene poder para disciplinar a los herejes no puede ser justificada en base del mantenimiento de la “unidad cristiana”.
d) El error rompe la unidad de las iglesias y permanecer en una dirección denominacional que permita el error es apoyar el cisma.
4) La controversia mantenida por Spurgeon mostró una voluntad, de parte de muchos ministros, de justificar la falta de acción en base al bien más bien grande obtenido por una política más acomodaticia: “¡Oh, mis queridos hermanos! Hay muchos que son engañados por este método de razonar. Permanecer donde sus conciencias les dicen que no deberían estar, porque dicen que son más útiles que lo serían si ellos fueran “lejos del campamento.” Esto es hacer mal para que el bien pueda venir, y nunca puede ser tolerado por una conciencia alumbrada. Si mi acto de pecado incrementara mi utilidad diez veces, no tengo el derecho de hacerlo; y si un acto de injusticia apareciera probablemente para destruir toda mi utilidad aparente, todavía tengo que hacerlo. Es tu deber y el mío el hacer lo recto aunque los cielos caigan, y seguir el mandamiento de Cristo, cualesquiera que puedan ser las consecuencias. “Esto es un plato fuerte”, ¿no decís así? Sed fuertes, por lo tanto, y alimentaos de eso, “porque lo correcto es correcto desde que Dios es Dios. Y lo correcto debe ganar; dudar sería deslealtad, desfallecer sería pecar”.
Conclusión
Vivimos en una generación que se ha olvidado en gran parte de la vida y labor de Charles Spurgeon. Sin embargo vivimos también en un tiempo cuando hablar de batallas y controversias y doctrinas parece ser tan pasado de moda como el pañuelo de diseño azul y blanco que Spurgeon llevaba en su primera visita a la capilla de la calle Parque Nuevo en 1853. Hoy, amor, paz y unidad son considerados como alternativas a luchar la buena batalla de la fe, o contender con ánimo por la fe una vez dada a los santos. Pero ojalá que el tema de nuestros artículos nos recuerde que la piedad y devoción a Cristo no son una alternativa preferible a la controversia, sino que más deberían—cuando las circunstancias lo demanden—guiarnos a la controversia. Spurgeon se cuidó de mantener este orden. El ministro que hace de la controversia su punto de partida pronto tendrá un ministerio arruinado y espiritualmente se marchitará. Pero la controversia que está tomada del amor de Dios y reverencia por su nombre, cobijará el espíritu con paz y gozo aun cuando esté luchando en la más recia de las batallas. La piedad que Spurgeon admiraba no era la de un retiro monástico sino el espíritu de hombres como William Tyndale y de Samuel Rutherford, quienes, mientras contendían por Cristo podían levantarse hacia el cielo, arriesgando “sus vidas en los lugares altos del prado”. En el punto álgido de sus controversias Spurgeon predicó algunos de sus más fragrantes sermones. Uno de tales sermones, predicado durante la Downgrade, lleva por título: “Algo hecho por Jesús”. Revela el origen de los motivos de Spurgeon y es una conclusión conveniente de nuestra serie de artículos:
Amamos a nuestros hermanos por causa de Jesús, pero Él es el principal entre diez mil, el más precioso. No podríamos vivir sin Él. Disfrutar su compañía es felicidad para nosotros: para Él esconder su rostro de nosotros es nuestro dolor de media noche…¡Oh, por el poder de vivir, morir, trabajar, sufrir por Él y por Él solo!…Si una obra hecha para Cristo te traerá menosprecio, y trataran de anular tu utilidad, no hagas caso. Considero mi propio carácter, popularidad y utilidad como un poco de polvo comparado con la fidelidad al Señor Jesús. Es la lógica del diablo decir: “Ves que no puedo reconocer la verdad porque tengo un área de utilidad que abrazo contemporizando con lo que temo pueda ser falso”. Oh, señores, ¿qué tenemos que hacer con las consecuencias? Dejad que caigan los cielos, pero que el hombre bueno sea obediente a su Maestro, y leal a su verdad. ¡Oh, hombre de Dios, se justo y no temas! Las consecuencias están con Dios y no contigo. Si has hecho una buena obra para Cristo, aunque parezca a tus débiles ojos como si un gran mal ha venido de ella, Cristo la ha aceptado, y la ha apuntado y en tu conciencia Él sonreirá con aprobación.
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