La unión entre Cristo y los creyentes
La unión entre el pámpano de una vid y su tronco es la más íntima que cabe imaginar. Constituye el secreto de la vida, la fuerza, el vigor, la belleza y la fertilidad del pámpano. Sin el tronco principal, carece de vida propia. La savia que fluye del tronco proporciona la energía que necesitan sus hojas, brotes, flores y frutos. Si se arranca del tronco, pronto se marchitará y morirá.
La unión entre Cristo y los cristianos es igual de íntima y real. Los creyentes carecen de vida, fuerza o poder espiritual propios. Toda su vida religiosa procede de Cristo. Son lo que son, sienten lo que sienten y hacen lo que hacen porque obtienen de Jesús un suministro continuo de gracia, ayuda y capacidad. Unidos a Cristo por fe y de forma misteriosa por medio de su Espíritu, se mantienen en pie, caminan, corren y perseveran en la carrera cristiana. Pero todo lo bueno que hay en ellos procede de Jesucristo, su Cabeza espiritual.
Este pensamiento que tenemos ante nosotros es alentador e instructivo. Los creyentes carecen de motivos para dudar de su salvación y creer que no alcanzaran el Cielo. Deben tener en cuenta que no depende de ellos y de su propias fuerzas. Cristo es la raíz, y todo lo que hay en ella es para beneficio de los pámpanos. Porque Él vive, también ellos vivirán. Las personas mundanas no tienen por qué sorprenderse ante la perseverancia de los creyentes. Aunque son débiles en si, tienen su Raíz en el Cielo y esta no morirá: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”(2 Corintios 12:10).
Extracto de Meditaciones sobre los evangelios por J.C. Ryle. Derechos Reservados. Usado con permiso, cortesía de Editorial Peregrino.
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