La inutilidad del conocimiento sin la práctica
En estos versículos se nos enseña la inutilidad de los conocimientos religiosos si no se ponen en práctica. Leemos: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis”. Suena como si nuestro Señor deseara advertir a sus discípulos que jamás serían felices en su servicio si se contentaban con conocer su deber de forma meramente intelectual y sin vivir en concordancia.
Esta es una lección que todos los que profesamos ser cristianos debemos recordar de continuo. No hay nada más común que oír a las personas decir que ya conocen una doctrina o un mandamiento mientras que se mantienen en la incredulidad o en la desobediencia. De hecho, parecen congratularse por el supuesto valor redentor del conocimiento aun cuando no dé fruto en el corazón, el carácter o la vida. Sin embargo, lo cierto es precisamente lo contrario. Saber lo que debemos ser, creer y hacer sin que ese conocimiento nos afecte, solo incrementa nuestra culpabilidad ante los ojos de Dios. A menos que nos arrepintamos, saber que los cristianos deben ser humildes y amar, y a la vez seguir siendo egoístas y orgullosos, solo nos hundirá más aún en nuestra miseria. En resumen, la práctica es la vida misma de la religión: “Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17).
Por supuesto, nunca se debe despreciar el conocimiento. En un sentido es como comienza el cristianismo en el alma. Obviamente, mientras no sepamos nada del pecado, del arrepentimiento, de la fe o de la conciencia, no somos más que paganos. Pero tampoco debemos valorarlo en exceso. Es completamente inútil a menos que repercuta en nuestra conducta, influya en nuestra vida y condicione nuestra voluntad. De hecho, el conocimiento sin la praxis nos deja al mismo nivel del diablo. Él podía decir a Jesús: “Sé quién eres, el Santo de Dios” (Marcos 1:24). Los demonios–dice Santiago– “creen, y tiemblan” (Santiago 2:20). Satanás conoce la verdad, pero no está dispuesto a obedecerla, y es desgraciado. El que quiera ser bienaventurado en el servicio de Cristo, no solo debe saber, sino también hacer.
Extracto de Meditaciones sobre los evangelios por J.C. Ryle. Derechos Reservados. Usado con permiso, cortesía de Editorial Peregrino.
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