La prioridad de la oración II
Hermanos, es necesario que oremos por las grandes preocupaciones del Reino, de manera que tengamos una vida tranquila. ¿Por qué? Para el crecimiento del Evangelio. Esto es bueno y aceptable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, quien desea que todos los hombres sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad.
Tenemos que orar por nuestros líderes civiles para que Dios, en gracia común, los capacite para mantener la paz civil y que nosotros, el pueblo de Dios, podamos vivir tiempos de tranquilidad para concentrarnos en los asuntos del Reino.
El propósito no es amasar más comodidades terrenales, sino que podamos centrarnos en hacer crecer el Reino y en dar a conocer a todos los hombres las genuinas y sinceras invitaciones que Dios hace, en el Evangelio, para que se arrepientan y vengan al conocimiento de la verdad en Jesucristo. Esto solo lo pueden hacer por medio de la proclamación del Evangelio mientras la Iglesia permanece fiel en sus oraciones, y en la proclamación, para exponer el Evangelio ante los hombres.
Necesitamos que nuestras reuniones de oración se centren en el Reino. Estos cultos de oración deben ocuparse de las grandes cuestiones del Reino. No podemos consentir que nuestras reuniones de oración se conviertan en un tiempo de autoindulgencia que se centre en nosotros mismos. No pueden ser momentos en los que, como iglesia reunida, se ore por cosas que serían aceptables en el contexto del entorno familiar, o en nuestros devocionales privados.
No necesitamos movilizar todas las energías del ejército de Dios para orar por la tía Suzi que se ha golpeado el dedo del pie, o quizás por su salvación. Pero… verán ustedes, juntos somos un pueblo comprometido en una guerra spiritual. Debemos tomar todas las armas de la oración y comprometernos en el campo de batalla para el crecimiento del Reino de Dios; para dar prioridad a las grandes cuestiones de la Iglesia y del crecimiento del Evangelio en nuestros días; y para interceder de forma cierta por los temas específicos que afectan a la vida y al ministerio de la iglesia local. Sin embargo, debemos mantener una amplia visión de lo que la oración debería ser cuando el pueblo de Dios esté reunido como una congregación.
Pablo dice, en el versículo ocho, mientras define sus prioridades —recordemos que, en el capítulo tres y versículo quince, está escribiendo: “para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios”— de modo que, en el versículo ocho del capítulo dos dice:
“Por consiguiente, quiero que en todo lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni discusiones”.
Ahora bien; algunos de nosotros aplican este versículo de forma práctica en nuestros cultos de oración, de forma que solo a los hombres se les da la responsabilidad de dirigir a la iglesia en oración. Ciertamente todos deben estar comprometidos en la oración; ¡sin embargo, en este texto el deber de orar recae específicamente sobre los hombres!
De muchas maneras, en lo que a las Escrituras se refiere, la oración es un compromiso masculino. Pablo, o más bien Pedro, se dirige a nosotros como maridos, en 1 Pedro 3:7, y nos dice de vivir con nuestras esposas de forma sabia y con gracia, advirtiéndonos que, de no hacerlo, ¿qué ocurrirá? Nuestras oraciones se verán estorbadas.
¿Has experimentado esto alguna vez? ¿Has tenido alguna vez una discusión con tu esposa? —¿eres lo suficientemente sincero para reconocer que tienes discusiones con tu esposa?—; quiero decir que algunas personas contestan de forma negativa diciendo: yo no discuto nunca con mi mujer… Pues yo sí. Ambos somos pecadores. ¿Has discutido alguna vez con tu esposa? Las cosas no están resueltas. Abre tu biblia por la mañana. Es hora de encontrarse con Dios; comienza a orar y es como si el Señor te tocara en el hombro y te dijera: “¿no tienes una esposa? ¿Qué haces aquí, hablando conmigo, cuando ella está por allí, todavía dolida? ¿No tienes algo que hacer antes? Y entonces te das cuenta de que hay algo que debes hacer, y es ponerte en paz con ella. Necesitas resolver este tema.
Necesitas vivir sabiamente, en gracia con tu esposa y después volver delante del Señor y sentir que ahora tus oraciones son bien acogidas. Mirad, la oración es algo que se nos asigna a nosotros, como hombres, en la iglesia. La oración no es para los niños. Es para los hombres.
“Estad alertas, permaneced firmes en la fe, portaos varonilmente, sed fuertes. Todas vuestras cosas sean hechas con amor” 1 Corintios 15, 16, más bien los versículos 13 y 14.
“Quiero que en todo lugar los hombres oren”. Actuad como hombres. ¿Qué hacéis como hombres? Quiero que seas un hombre de oración. Quiero que seas un hombre de oración. Cuando ores, toma tu posición de liderazgo en la casa: el esposo sobre la esposa; el padre sobre los hijos; el hombre en la comunidad del pueblo de Dios y, como líder, ora por los líderes. Ora por aquellos que tengan responsabilidad en el área civil; por los reyes y por los que estén en una posición de autoridad.
Hermanos, tenemos que ser conscientes de lo crucial y lo eficaz que es la oración. Pablo nos dice, en Romanos 8:26 al 28 que, aunque no sepamos cómo ni qué orar, el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos indecibles, que suben hasta el oído de Dios nuestro Padre, y Él comprende aun los quejidos de nuestro corazón. Así como un padre comprende los gemidos y los llantos de un bebé en su cuna.
Aunque no articule palabras, se sabe cuando el niño llora porque su pañal está mojado, porque tiene sueño e intenta dormirse, o si solo tiene un arranque de llanto porque quiere salir de la cuna. Uno puede decir qué tipo de llanto es el que el bebé está expresando aunque no sepa decir ni una palabra.
Pues bien, de esa misma manera el Padre reconoce los gemidos de sus hijos. Tenemos que venir con una expectativa expresada, entendiendo confiadamente que nuestras oraciones intercedidas por el Espíritu Santo están en línea con los propósitos de Dios, quien escucha y conoce las respuestas y hace que todas las cosas ayuden para bien.
Santiago nos señala a Elías, el hombre que estamos estudiando en esta conferencia, y nos recuerda el poder que tenía en la oración. Era eficiente en su ministerio de oración: puso fin a aquel periodo de hambruna y nos recuerda que las oraciones de un hombre justo pueden lograr muchas cosas.
Recientemente hice un estudio muy interesante, mientras recordaba el martirio de nuestros amigos Arif y Kathy Khan, con ocasión del primer aniversario de su muerte. Dirigí un estudio, en nuestra iglesia, en el que analizamos las oraciones de los santos que se hallaban debajo del altar en el capítulo seis, versículo nueve de Apocalipsis. Vimos cómo aquellos que han partido antes que nosotros están comprometidos en la oración. En su estado incorpóreo están haciendo crecer el Reino por medio de la oración.
Luego, en un estudio posterior, consideramos cómo las oraciones que proceden del altar juegan un papel en la revelación de los juicios de Dios sobre la tierra. Es muy interesante ver que, junto con el resultado de las trompetas y las copas, Juan nos recuerda una que otra vez las voces que salen del altar y las respuestas que Dios da a los santos que han sido martirizados. El libro de Apocalipsis debe hacernos entender que el trato de Dios con los hombres en la historia es, en mayor medida, una respuesta a las oraciones de los mártires.
¡Entendamos lo crucial, lo importante y lo eficaz que es la oración!
Permitidme alentaros a que dirijáis a vuestra congregación para que tenga momentos de oración corporativa. Haced reuniones que solo sean para la oración, reuniones regulares de oración. Organizad espacios de tiempo dedicados a extensos momentos de oración. Que sean tiempos, en la vida de la congregación, donde haya una preocupación: ¡vamos a tener un día de ayuno y oración! ¡Tengamos un tiempo durante el cual busquemos el rostro de Dios! ¡Saturad las reuniones corporativas con la oración!
Haced que los visitantes que vengan a vuestra iglesia —y que puedan estar acostumbrados a ver todo tipo de cosas: que todo se mueve, que todo relampaguea, que hay colores, humos y todas esas cosas— vengan a vuestra iglesia y queden impresionados con palabras; esas palabras que Dios habla a los hombres y aquellas que estos eleven hacia Él. Que sean palabras; personas saturadas de palabras que escuchan la Palabra de Dios y que dirigen palabras a Dios.
Orad por vuestros gobernantes pidiendo a Dios que conceda la paz social para que el Evangelio pueda prosperar en medio de vosotros. Orad por vuestras iglesias hermanas en las que se proclama la Palabra de Dios.
Orad los unos por los otros, como creyentes, pero sobre todo por el crecimiento del Reino en la vida de cada uno. Orad por un crecimiento en santidad; por un mayor entendimiento de la Palabra de Dios; por vuestros esfuerzos a la hora de evangelizar, llevando las cargas los uno de los otros y cumpliendo así la ley de Cristo.
Yo creo que es sabio asignar a los hombres la responsabilidad de orar; entrenarlos para que se levanten, hablen y hagan oír su voz y que todos puedan decir “amen” una vez oído y entendido lo que se ha orado. Recordemos el principio regulador de Pablo en 1 Corintios 14:40: “Que todo se haga decentemente y con orden”.
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