Cómo debe cuidar el pastor de sí mismo II
En primer lugar, debemos estar conscientes de cuál es el método de Dios: el método de Dios es un hombre piadoso.
En segundo lugar, el pastor debe ser un verdadero cristiano. Puedes pensar: “bueno, sobra decir que un pastor debe ser un verdadero cristiano”.
Pero cuando piensas en lo que es un pastor y cuando te preguntas a ti mismo: “¿por dónde debo empezar si me tengo que dirigir a pastores para hablarles de su salud espiritual?” pues tengo que hacerlo diciendo: “queridos hermanos, tenéis que haber nacido de nuevo. Debes haber sido verdaderamente regenerado porque si no estás vivo espiritualmente, no sirve de nada que te hable sobre tu salud espiritual”.
No voy al cementerio para hablarle a las lápidas sobre qué tipo de dieta deberían llevar o si están haciendo suficiente ejercicio. Están muertos. Es inútil hablar a los hombres sobre mantenerse espiritualmente saludables a menos que primero grabéis en su conciencia la necesidad del nuevo nacimiento, de haber sido verdaderamente convertidos, de tener una unión real con Cristo por medio de la fe y el arrepentimiento.
Todo esto tiene que ocurrir antes de que seas pastor. De hecho tienes que ser un cristiano verdadero, un discípulo genuino de Jesucristo, no un cristiano oficial, hipotético o simplemente por cultura.
En Hechos capítulo catorce leemos desde el versículo veintiuno:
“Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe, y diciendo: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
Después que les designaron ancianos en cada iglesia, habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”.
Sugiero que los primeros ancianos que se nombraron fueron elegidos de entre los discípulos. Antes de ser ancianos fueron discípulos. Eran parte de esa iglesia local.
Un discípulo es alguien que ha recibido una nueva vida por medio del Espíritu Santo, que ha puesto su confianza y su fe en Jesucristo tras haberse arrepentido de sus pecados y que ha decidido seguir a Cristo como su Señor y su Salvador. Es un verdadero cristiano; punto final.
Antes de que podamos hablar sobre el ejercicio de sus dones, de su ministerio, su identidad fundamental y espiritual es: verdadero cristiano y discípulo de Jesucristo.
Estoy seguro de que todos nos hemos encontrado con personas que se llaman cristianos porque nacieron en el seno de una familia que asiste a la iglesia; porque no son musulmanes, budistas o hindús. ¿Entonces qué son? “Bueno, pues pienso que debo ser cristiano. Vivo en los Estados Unidos, supongo que soy cristiano”. Pero están hablando de algo tradicional, cultural, algo que han adquirido por medio del contexto social de su familia.
Hay países en los que en vuestro documento de identidad figura la religión. ¿Eres musulmán? ¿Eres cristiano? ¿Qué eres? Si alguien pregunta: ¿eres cristiano? La respuesta es: ¡Por supuesto que lo soy, aquí tienes mi tarjeta! ¿Te convierte eso en un cristiano?
Me he encontrado con hombres que estaban en el ministerio. Si preguntas ¿por qué razón estás en el ministerio? Contestan: bueno, mi padre ya lo estaba y ahora yo también. Es un buen trabajo, consigues prestigio, respeto y me gusta la obra del ministerio. Leo libros, hablo con las personas y… bueno es parte del modo en el que mi padre me educó.
Pues bien, esos hombres no están cualificados para el ministerio porque no son verdaderos cristianos. Su ministerio es un trabajo cuyo propósito es sostener las tradiciones de una subcultura. No se dedica a fomentar la vida, la energía y la vitalidad del reino de Dios.
Si un pastor va a cultivar su propia salud espiritual primero debe estar espiritualmente vivo. Por consiguiente, empezamos por preguntarte si has nacido de nuevo.
¿Te has convertido realmente? ¿Tu confianza en Cristo se basa solo en la fe? ¿Te has arrepentido y has dejado atrás tus pecados, confiando en la misericordia de Dios, por medio del poder limpiador de la sangre de Jesucristo?
El pastor debe ser un verdadero cristiano. Como pastor, como cristiano, según vemos en Filipenses tres, debe tener un hambre gradual por conocer a Jesucristo y crecer en su conocimiento. Aparte de la obra del ministerio, de las labores de la preparación de sermones, del consejo pastoral y de todo el trabajo administrativo, para ver que lo que subyace en la mente es la edificación; ¿qué somos sino simples discípulos de Jesucristo que se esfuerzan por crecer en el conocimiento y la experiencia de Él?
En Filipenses capítulo tres, desde el versículo ocho, Pablo dice:
”Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte”.
Aquí tenemos el hambre, el apetito de un hombre espiritualmente saludable. Quiere alimentarse para tener una mayor energía en Cristo. Conocer a Cristo implica tener conocimiento de mi pecado, haber sido perdonado, tener la justicia que la Gracia de Dios me otorga en base a la obra de Jesucristo para que yo pueda ser justificado en Él. No se trata de una justicia propia sino de aquella que viene con la fe en Cristo.
Conocer a Cristo significa estar dispuesto a sufrir con Cristo y en esa aflicción experimentar el triunfo de la resurrección, el poder y la esperanza de las glorias venideras. Esto es vida espiritual, esta es la energía que ciñe todo lo que estamos haciendo en la obra del ministerio. Conocer a Cristo es algo que debemos perseguir hasta el fin de nuestros días.
Pablo dice más tarde en este mismo pasaje:
“Hermanos, yo mismo no considero haber lo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante”.
¿De qué se trata? De conocer a Cristo. Este es el hombre piadoso, el instrumento de Cristo en su iglesia. No es un hombre que se limita a hacer la obra del ministerio sino que es un verdadero discípulo de Jesucristo que procura estar con Cristo, conocerle, crecer unido a Él y vivir constantemente con Él.
Así pues, cuando hablamos acerca de la salud espiritual, nos referimos a esto, al afán de conocer a Jesucristo, pero de una forma empírica.
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