Un hombre piadoso
Albert N. Martin
Una palabra pertinente para los ministros del evangelio:
Debes estar más decidido que nunca a ser un hombre piadoso, a imagen de Cristo, en la totalidad de tu humanidad redimida. La parte de tu ministerio que más necesita tu congregación, y también un mundo que observa desde su posición de espectador, es que seas un hombre que, como persona, en toda su humanidad redimida sea una validación ejemplar y una ilustración del poder del Evangelio. Todos conocemos el texto que dice: “Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación”.
¿Cuál es el resultado en el momento y en el lugar en los que este poder está operativo? Cualquiera que te conozca a ti o me conozca a mí, cualquiera que tenga la oportunidad de observar el ritmo, el modelo y el perfil de nuestra vida, debería poder decir: “¿quieres saber cuál es el resultado del poder del Evangelio? ¡Pues mira a ese hombre; es una manifestación imperfecta, pero real e innegable de ese poder!”
Esta era la gran carga que el Apóstol Pablo sentía por la influencia que podía tener sobre sus colegas más jóvenes, cuando escribe a Timoteo dándole lo que podríamos llamar una desconcertante letanía desglosada de las responsabilidades ministeriales en la Iglesia. Se trata de un campo tremendamente amplio de responsabilidades. A pesar de ello, en medio de todo lo que le aconseja, le dice: “No permitas que nadie menosprecie tu juventud; antes, sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza”. Timoteo, en todas tus tareas tú debes ser la encarnación de tu mensaje.
Si la gente te escucha y se aplican a sí mismos una fe inteligente entonces tú, Timoteo, tendrás que ser en ti mismo aquello que les estás enseñando: lo que ellos deben ser y hacer.
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