Los deberes de la vejez
Ashton Oxenden
Cada estación y etapa de la vida tiene sus propios deberes especiales. La niñez tiene sus deberes, tales como la obediencia a los padres, la modestia, y la disposición a ser enseñado. Un esposo y una esposa tienen sus deberes.
La adultez tiene sus deberes; se requiere que los hombres y las mujeres adultas sean útiles en el mundo, y que no vivan para sí mismos, sino para el Señor. Y así también la vejez tiene sus deberes. Voy a mencionar algunos de ellos.
1. Debes procurar ser paciente y gentil. En medio de todos tus dolores y enfermedades, cuán bendito es si puedes sentir una sumisión gozosa a la voluntad de Dios, y si puedes aceptar, no meramente con resignación, sino con verdadera gratitud, todo lo que El te concede. Dios te puede dar este espíritu paciente, humilde y sumiso si lo procuras de El con sinceridad cada día.
2. Debes tratar de tener una disposición gozosa y considerada hacia los demás. A veces las personas mayores insisten demasiado en sus propios problemas y deseos. Guárdate de esto y trata de hacer feliz a los que están a tu alrededor. Tal vez no puedas hacer mucho, pero puedes hacer algo. Una palabra amable, o aun una mirada gentil, animará a algunos y estimulará a otros.
Pequeñas gotas de agua, pequeños granos de arena
Hacen un océano inmenso, y una hermosa tierra,
Pequeños actos de bondad, pequeñas palabras de amor,
Hace de nuestra tierra un Edén, como el cielo arriba.
No niegues a los jóvenes aquellos deleites que ya no puedes disfrutar. Pero ponte a menudo en su lugar, y recuerda que tu mismo una vez fuiste un niño. El mero hecho de que estas tratando de hacer a otros felices te hará feliz a ti.
3. Dedica un buen tiempo a la oración y a la lectura de la Palabra de Dios. Estas son de gran ayuda para el cristiano peregrino; son como muchos báculos en el camino. Utilízalos con diligencia y te ayudarán a seguir adelante. Al seguir leyendo vas a encontrar algunas directrices de cómo beneficiarte de su uso.
4. Debes aflojar el agarre a este mundo, y estar listo para dejarlo. Esto, dirás, es el deber de todos nosotros. Si, pero es especialmente tu deber; pues el reloj del tiempo parece estar sonando su alarma en tus oídos. Cada día parece estar diciéndote, “¡Prepárate para encontrarte con tu Dios! La noche está pasando; el día está cerca. El juez está parado en la puerta.”
Es una escena lamentable ver un anciano encorvado por los años, parado a la puerta de la eternidad, y sin embargo indispuesto a aflojar su agarre de este mundo—aferrándose a la vida con ansias, muy ocupado como siempre en sus afanes, sediento aún de sus pobres placeres y sin poder ya de disfrutarlos, todo de él en blanco, y sin ninguna esperanza con respecto al futuro. Una vejez como esa es ciertamente triste.
Pero tu tal vez dirás, “Seguramente que cuando alguien se ha puesto viejo, habiendo sembrado las malas semillas de la juventud, es natural que se vuelva reflexivo y dirija su mente hacia aquel mundo en el que pronto entrará.” Pero no; esto no es lo que sucede. Por el contrario, he visto a muchos en sus años de vejez ser tan mundanos de mente como siempre han sido, dejando a un lado, aún entonces, los pensamientos acerca de la vida venidera.
Querido amigo, solo la gracia puede hacerte sentir ansioso acerca de tu alma. Solo la gracia puede prepararte para la eternidad. Todos necesitamos la poderosa obra del Espíritu de Dios para virar nuestra mente del mundo hacia el cielo, del pecado hacia la santidad.
¡Dichoso eres, si el cielo es el hogar de tu corazón! ¡Dichoso eres, si tus pensamientos están centrados allí! Dichoso eres, si puedes decir, “el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo” (Ga 6:14b); “no (ponemos) la vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven” (2 Cor 4:18).
5. Tu conversación debe ser celestial. Tu tiempo está casi terminado; por tanto, no debes pensar tanto en este mundo que estás al punto de abandonar. Sus placeres, sus riquezas, sus ocupaciones no deben ocupar tu mente. En lugar de ello, debes ocuparte con los preparativos para tu viaje a tu hogar eterno. Debes amar el hablar acerca de la casa de tu Padre.
Es cierto que nuestros malvados corazones estarán siempre “postrados en el polvo” (Sal 119:25). Hay un peso sobre nuestras alas que nos mantiene abajo. Pero, oh, lucha contra esto. Ora contra esto. Pídele a Dios que continuamente lleve tu mente hacia el cielo, y que te capacite para “poner la mira en las cosas de arriba” (Col 3:2). Habla con gratitud acerca de Su misericordia preservadora. Da testimonio de Su bondad y fidelidad, y recomienda a otros que confíen en El sin dudas, y a entregar sus corazones a El.
6. Trata de establecer un buen ejemplo para otros. Todos debemos desear ser útiles en este mundo. Pero ahora que has envejecido, tal vez sientas que tu tiempo de ser útil ha pasado. Satanás podría susurrar, “Eres demasiado viejo para ser útil ahora.” Pero no es así; puedes hacer algo aún.
Es cierto que ya no puedes trabajar para tu familia como una vez lo hiciste. No puedes ir aquí y allá para ayudar a aquellos que necesitan tu asistencia. Pero puedes ser muy útil aún ahora—útil si eres rico, y útil también si eres pobre. Al sentarte al lado de tu chimenea, puedes hablar palabras cristianas; puedes enseñar por tu conducta y humos los efectos benditos que la religión tiene sobre tu corazón.
Puedes, a través de tus oraciones y alabanzas, por tu paciencia y perseverancia, por tu esperar y velar, glorificar a Dios. Un verdadero cristiano anciano, puede ser así una gran bendición para la casa y lugar donde vive. Puede regar un espíritu de contentamiento a su alrededor. Puede frenar muchas malas obras, y suavizar muchos espíritus contenciosos. Puede demostrar tan claramente el poder de la gracia en su propia conducta que podría guiar a otros a buscarla y orar por ella.
Sin hablar mucho, o hacer mucho, puedes honrar a Dios por tu conducta cristiana; y así tu luz puede brillar delante de los hombres, para que lo puedan glorificar a El. Sabes que un lindo cuadro en una habitación es algo agradable de mirar; constantemente nos volvemos a él con placer. Y ¿qué cuadro más bello hay que el de un anciano Cristiano, viejo en años y maduro en gracia? “La cabeza canosa es corona de gloria, y se encuentra en el camino de la justicia” (Pr 16:31).
Si, recuerda siempre que haces mucho con tu ejemplo. Esto dirá mucho más que tus palabras, pues tus palabras pueden ser malinterpretadas, pero no tu vida. Ella debe hablar y hablará. Pablo les recordó de esto a los corintios cuando les dijo, “Vosotros sois nuestra carta…conocida y leída por todos los hombres, siendo manifiesto que sois carta de Cristo” (2 Cor 3:2-3); esto es, sus vidas claramente declaran de quién y qué son.
Estos son algunos de los deberes que corresponden a los ancianos. Querido lector, no los descuides; trata de cumplirlos. Será para tu propia felicidad, y para el bien de los demás. Así estarás “dando fruto en la vejez.”
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