Conversación con Dios (Sal. 119:26)
De mis caminos te conté, y tú me has respondido;
enséñame tus estatutos (Sal. 119:26).
La intimidad requiere comunicación. Usted no puede conocer realmente a alguien, y no pueden conocerle a usted profundamente, sin “dialogo”, la forma de hablar de dos sentidos, dar y tomar, de hablar sinceramente y escuchar con atención cada uno con el otro.
Solo esto constituye la auténtica conversación y en el mundo hay bien poco de esto. a menudo decimos cosas que realmente no pretendemos. A veces nos guardamos nuestros verdaderos pensamientos y sentimientos cuando deberían revelarse. Cuando parece que estamos escuchando, podemos estar planeando que es lo próximo que vamos a decir. Y si llegamos al punto en el que estamos dispuestos a hablar con total honestidad y escuchar con humilde paciencia, ¡qué raro es encontrar a otro que esté dispuesto a hacer lo mismo! ¿Hay alguna duda de que a menudo estamos tan terriblemente separados de los demás, a veces incluso de nuestros familiares más cercanos que viven en la misma casa con nosotros, que nos encontramos profundamente solos?
Este tipo de conversación verdadera es necesaria tanto en un nivel puramente humano como en el proceso en el que alguien llega a conocer a Dios y a ser conocido por Él. Ni por un solo momento pretendemos implicar que Dios no puede conocernos sin que nosotros nos revelemos a él. Nuestro Señor omnisciente conoce a todo el mundo de pies a cabeza, incluso mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos (Sal. 139:1-3; cf. 1 R. 8:39 y Jer. 17:9). El Cristo glorificado, la Palabra viva, tiene ojos como llama de fuego, y escudriña la mente y el corazón (Heb. 4:12-13; Ap. 2:18, 23).
Aún así, a Dios le complace que vengamos a él con toda sinceridad y que expongamos nuestro ser más íntimo delante de Él verbalmente. Él escuchará a todos y a cada uno de los que se acerquen a Él como Él pide. Con todo, esto solo es la mitad de lo que se debe hacer para tener una relación íntima y creciente con Dios. También debemos venir a Él en silencio, con un oído que oiga, para escuchar lo que él dice en Su palabra, es decir las Escrituras solamente. La oración es nuestra forma de hablar con Dios y la Biblia es la forma en que Dios habla con nosotros. Cada una de ellas, por su propia naturaleza, es una comunicación en un sentido, pero juntas constituyen una genuina conversación con Dios.
Esta conversación espiritual es tan crítica para nuestra salvación y santificación que es el objeto principal del ataque por parte de los enemigos de dios y de Su pueblo. Los liberales niegan la divina inspiración de las Escrituras, diciendo que la Biblia es simplemente un libro humano con ideas de hombres acerca de Dios. Los carismáticos nos distraen de la escrituras instándonos a “escuchar a Dios hablar” con nosotros en lenguas extrabíblicas, profecías y visiones. Incluso los evangélicos no carismáticos yerran esperando que una “pequeña voz suave” ofrezca palabras de consuelo y dirección durante la oración.
En 1995, una serie de nueve libros empezó a aparecer en las librerías bajo el título “Conversaciones con Dios (CwG), escrito por Neale Donald Walsch. “Cada libro está escrito a modo de dialogo en el que Walsch hace preguntas y “Dios” contesta. Walsch alega que esos diálogos están realmente inspirados por Dios.”1
El autor describe el principio de los libros de la forma siguiente: en un periodo de desánimo en su vida, Walsch escribió una enfadada carta imaginaria a Dios haciéndole preguntas acerca de por qué su vida no estaba funcionando. Después de escribir todas sus preguntas, el autor alegó en su entrevista con Larry King que oyó una voz por encima de su hombro derecho que decía: “¿Realmente quieres una respuesta a todas esas preguntas o te estás desahogando?” Aunque cuando se dio la vuelta no vio a nadie allí, Walsch sintió respuestas a sus preguntas que llenaban su mente y decidió escribirlas. El consiguiente “dialogo” se convirtió en los libros2 Conversaciones con Dios.
No es de sorprender que el mensaje de Walsch sea un revoltijo de herejías de la Nueva Era que incluye las ideas siguientes: 1) todos somos uno; 2) no hay nada que estemos obligados a hacer; y 3) el nuestro no es un mejor camino, sino simplemente otro camino.3 Tampoco es de sorprender que esas necedades tuvieran la aprobación popular del mundo ya que el primer libro de la serie permaneció supuestamente en la lista de Best-Sellers del New York times durante 137 semanas, y los demás figuraron de forma destacada en la misma lista. ¡Evite esa falsa y peligrosa enseñanza!
A pesar de toda la confusión, las verdaderas conversaciones con Dios son realmente posibles, y no podemos ser salvos y espiritualmente maduros sin ellas. Sal. 119:26 nos enseña que:
Dios escucha a un hombre piadoso y éste escucha a Dios
DE MI BOCA A LOS OÍDOS DE DIOS
“De mis caminos te conté, y tú me has respondido”. De manera que el salmista testifica acerca de su relación con Dios. La primera frase implica que Dios era la audiencia de esta declaración. La palabra hebrea para “caminos” significa “forma de vida, conducta, comportamiento”.4 La declaración aquí no debe limitarse a una confesión de pecados. El salmista está diciendo que ha declarado de una manera simple, abierta y global todos sus hechos a Dios, y esto incluye seguramente virtudes, vicios e incluso confusiones.
Podemos limitar nuestra oración a peticiones, venir a Dios solo cuando sentimos nuestra necesidad en algunas cosas, y con el propósito deliberado de conseguir esas cosas de Él. Los cristianos con una mente más espiritual incorporan la alabanza en la oración, sabiendo que la oración es principalmente para la gloria de Dios más que para mi necesidad. Los creyentes humildes no pensarían nunca omitir en su oración una confesión regular de sus pecados, pero incluso esos tres elementos –petición, alabanza y confesión- no abarcan todo lo que la oración puede y debe ser. Orar es contarle a Dios todos nuestros pensamientos y caminos espirituales importantes, como si Él no los conociera. Es exponerle nuestros temores, revisar nuestra conducta con Él, quejarnos de nuestro sufrimiento delante de Él y confirmar nuestro amor por él. La gente más piadosa habla con Dios de esas maneras. Estos elementos subestimados están ilustrados a lo largo de todo el libro de los Salmos que sigue siendo un modelo de oraciones cristianas.
Por fe, el piadoso hombre de nuestro texto confiesa “tú [Dios] me has respondido”. Esto es más que admitir que el Dios que todo lo sabe estaba intelectualmente al tanto de las palabras que se habían pronunciado. ¿Cómo le manifestó Dios al salmista que le había escuchado? Seguramente por medio de la respuesta divina a las cosas que oró, ya sea elogiando sus virtudes, perdonando sus pecados, o quitando su confusión. El Puritano Thomas Manton resume admirablemente la naturaleza de cómo “escucha” Dios a un hombre piadoso:
Puede ser interiormente por Su Espíritu, o exteriormente por la providencia. En primer lugar, interiormente por Su espíritu cuando crea una persuasión de la aprobación por parte de Dios esto deja una sensación de confianza en sus corazones, y una tranquilidad en buscar aquello que han pedido. Antes de que tengan una respuesta de providencia, tienen la seguridad en el corazón de que su oración ha sido aceptada […] La segunda consideración, es decir, la misericordia externa en Su providencia es en tipo o en valor. Dios no siempre nos contesta en tipo, dándonos aquello que Le hemos pedido, sino que nos da algo que es tan bueno o mejor, que satisface el corazón negando aquello deseado, y dando algo equivalente.5
En otras palabras, Dios siempre responde las oraciones de un hombre piadoso, dándonos una seguridad interna o favores externos, ya sea la cosa concreta que pensamos necesitar o algo que necesitamos aún más.
DE LA BOCA DE DIOS A MIS OÍDOS
La segunda parte de la oración del salmista es, “enséñame tus estatutos”. Sigue el consejo que Elí le dio a Samuel: “Si él [el Señor] te llama, dirás: ‘habla, SEÑOR, que tu siervo escucha’” (1 S. 3:9). Estas ansias por escuchar a Dios hablar es una condición para nuestra seguridad de que Él nos oye. “Al que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominación” (Pr. 28:9).
Por la palabra y la oración es como se mantiene nuestra comunión con Dios. Dios nos habla por su ley, y espera que le oigamos y le hagamos caso; Le hablamos por medio de la oración, para la que esperamos una respuesta de paz.6
Nuestra forma de oír a Dios debe ser más que prestarle atención. Debe incluir una sumisión extrema a Su autoridad y un ávido deseo de recibir Su valiosa sabiduría para aplicarla realmente en nuestras vidas. ¿Cómo podemos esperar, de una forma razonable, que el Dios infinitamente alto y santo nos dé una audiencia favorable si no le damos lo mismo, sobre todo cuando usted se lo debe a Él grandemente y Él le está concediendo una gracia indescriptible para otorgársela?
La verdadera intimidad con Dios empieza, pues, y prosigue con estas dos actividades básicas de dialogo divino-humano, ofreciendo oración y escuchando las Escrituras. Una gran diferencia entre las relaciones humanas y nuestra relación con Dios es que en esta última, si hablamos con total honestidad al Señor, y le oímos con fe y humildad, sabremos con seguridad por Su parte que todos los requisitos de intimidad con nosotros están cumplidos. Por la gracia del evangelio nos invita a acercarnos a Él a través de Jesucristo, y aquellos que vienen a Él de esta manera, no los echará afuera. Verdaderamente Dios escucha a un hombre piadoso, y éste escucha a Dios. ¡Que podamos demostrar ser sinceros con las palabras del Sal. 119:26 en nuestra propia boca, “De mis caminos te conté, y tú me has respondido; enséñame tus estatutos”. Amén.
Notas:
1. http://en.wikipedia.org/wiki/Conversations_with_God
2. Ibid.
3. Ibid.
4. USB Manual sobre los Salmos, in loc.
5. Obras de Thomas Manton VI. 249-250
6. Comentario de Matthew Henry
© Derechos reservados