Preservación espiritual (Sal. 119:10)
Con todo mi corazón te he buscado;
No me dejes desviarme de tus mandamientos (Sal. 119:10).
“Bien está lo que bien acaba.” Este cliché es verdad, y en nada es tan importante acabar bien como en su relación con Dios. Los redimidos que se encuentran en el cielo tuvieron experiencias espirituales ampliamente distintas mientras vivieron en la tierra. Algunos fueron salvos tan jóvenes que ni siquiera pueden recordar cuando se convirtieron, sin embargo otros recibieron la fe salvadora justo en los momentos que precedieron a su muerte. De los que conocieron a Dios por muchos años, algunos tuvieron un progreso constante y consistente en su vida espiritual; otros sin embargo sufrieron dolorosos lapsus morales, como David, y solo se recuperaron por la gracia de Dios. Muchos que se limitan a hacer profesión de fe no terminan bien, ya que vuelven a sus pecados y finalmente a la perdición. En contraste, todos los creyentes verdaderos perseveran hasta el final, y la apostasía que sufren es solo parcial y temporal. Todos acaban bien. Como la LBCF de 1689 dice, a pesar de todos los pecados dolorosos que puedan realmente cometer, “sin embargo, renovarán su arrepentimiento y serán preservados por medio de la fe en Cristo Jesús hasta el final (XVII.3).
Esto no es denigrar la importancia de un buen comienzo. En realidad, los mismísimos hipócritas de iglesia, que demuestran ser apóstatas, no alcanzan el cielo porque entre otras cosas han fracasado en tener una conversión sana. No han sido más que “casi cristianos” y, desde luego, no lo eran en absoluto en cuanto a la realidad de su corazón.
Este versículo del Sal. 119 nos invita a examinar nuestro comienzo como cristianos, y a orar por nuestro final como tal. Si usted descubre en esta vida que el fundamento de su experiencia espiritual es totalmente incorrecto, tiene usted la oportunidad de recuperarse. Por otra parte, los creyentes verdaderos pueden identificarse con el testimonio del salmista; de este versículo podemos aprender que podemos suplicar el principio de la gracia de Dios en nosotros como base para suplicar y esperar Su gracia perseverante también. Esto parece ser la forma en la que las dos líneas de este pareado se relacionan una con otra.
TESTIMONIO DE UN BUEN COMIENZO
“Con todo mi corazón te he buscado.” Este era el testimonio de David al Señor en oración, y era uno bueno y conveniente porque era verdadero. Esta es la experiencia universal de todo creyente verdadero, porque una vez que Dios regenera un alma, esa persona empieza a buscarle con todo su corazón — es decir, con toda sinceridad. La promesa de salvación se hace solo a aquellos que buscan con todo su corazón (Sal. 119:2; Dt. 4:29; Jer. 29:13). Su búsqueda es la evidencia de que Dios ya está obrando en ellos, porque de otra manera no hay quien busque a Dios (Ro. 3:11).
Así vemos que este testimonio en oración al Señor no es hacer alarde, ni alegar mérito, porque se presenta humildemente con la presuposición de la gracia precedente de Dios sobre un pecador elegido. “Nosotros [los que hora creemos] le amamos a él, porque él nos amó primero [antes de que creyésemos]” (1 Jn. 4:19), y la evidencia de Su amor especial es la salvación por Su gracia de nuestra alma en particular.
En un lenguaje que ahora consideramos arcaico, el Puritano Thomas Manton comentó que buscar a Dios con todo nuestro corazón incluye tres cosas: “sinceridad de objetivos, integridad de las partes, y uniformidad de esfuerzo;” esto es una declaración profunda y útil de auto examen.
Sinceridad de objetivos. Muchos parecen buscar a Dios, pero realmente solo buscan las bendiciones de Dios más que a Él mismo. Durante el ministerio terrenal de Jesús, las multitudes Le seguían para poder disfrutar de una comida gratis, no para tenerle a Él ni gozar de comunión con Él (Juan 6:26). Hoy en día ocurre lo mismo. A un sinfín de cristianos nominales les gustan los beneficios que piensan que les corresponden por motivo de su profesión; pero no saborean la intimidad con Dios y con Su Hijo Jesús. A estos hipócritas los falsos maestros les han prometido muchas bendiciones con solo tomar la decisión de seguir a Jesús; esto incluye salud, riqueza, mejores relaciones y éxito en general en la vida. Recordando el libro más vendido de Joel Osteen: “Su mejor vida, ahora”. El título incrimina espiritualmente por sí solo. “Si se busca algo de Dios, que no sea Dios mismo o que no sea para Dios, no Le estamos buscando con todo el corazón, sino que solo le buscamos con otros fines.” (Manton). Tampoco nos hemos arrepentido de la idolatría, adorando a la criatura más que al Creador, que es por siempre bendito.
Integridad de las partes. El “corazón” es una metáfora bíblica para el alma del hombre, la parte indivisible que incluye la mente, los afectos, la voluntad. “La búsqueda de todo corazón” es el afán de conocer a Dios que implica cada parte de esas facultades invisibles. No es solo una actividad intelectual, como si la teología existiera para especulaciones infundadas. Tampoco es el logro de una experiencia emocional desprovista de verdad racional. ¡No! Pero cuando la mente comprende la existencia de Dios tal y como Él es en realidad, y el corazón se inflama verdaderamente de amor por Él, la voluntad sigue necesariamente en esa búsqueda, eligiendo al Señor y Su voluntad como porción para uno mismo. De hecho, hasta los miembros físicos del cuerpo acaban convirtiéndose en instrumentos de justicia al presentárselos a Dios para Su servicio. Cualquier experiencia espiritual que deje sustancialmente alguna parte del hombre fuera es fundamentalmente defectuosa; no es una búsqueda de Dios con todo el corazón.
Uniformidad de esfuerzos. Buscar de esta manera conlleva una medida de coherencia, de resistencia, más fuerte que la firme resolución típica del año nuevo. No es una emocional “flor de un día.” No solo existe en tiempos de prosperidad, sino también bajo persecución. Como brota de une fe viva y de profundas raíces, produce fruto para la gloria de Dios. Esta búsqueda, asociada con la salvación se convierte en algo público, que vence al temor fundamental del hombre; es también algo privado, que compromete al buscador en secreto, donde ningún ojo le ve sino solo el Señor.
Cada cristiano verdadero puede testificar sinceramente que la gracia ha obrado en su vida para producir una búsqueda de Dios así, de todo corazón, y esto se convierte luego en una base para pedirle a Dios más gracia. Ha buscado usted al Señor con todo su corazón?
ORACIÓN PARA UN FINAL FIEL
“No me dejes desviarme de tus mandamientos.” Aunque el salmista estaba tan lleno del Espíritu Santo que escribía Escritura inspirada, confiesa su verdadera vulnerabilidad en cuanto a desviarse del camino de la obediencia a Dios. Solo aquellos que tienen el testimonio de la primera línea pueden sentir intensamente la genuina preocupación de la segunda frase. Cuanto más maduro es un creyente, más sensibilizado está con la posibilidad real de su caída en toda clase de pecados, incluso el más nefasto. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1 Co. 10:12)
El santo sabe que no solo es converso por gracia, sino también preservado por gracia. Esta dependencia que siente de la gracia del Señor le motiva a orar por ella.
El lenguaje sugiere que nuestra desviación espiritual es inevitable a menos que Dios lo impida, y que nuestra recuperación también totalmente dependiente del Señor. Dirigirse a Dios con un valiente imperativo: “[Tu, Señor], — No me dejes desviarme,” etc. Otra traducción lo interpreta “No permitas que me extravíe.” La oveja insensata confiesa su necesidad de un fiel y fuerte Pastor. San Agustín dijo, “Señor, yo puedo perderme solo pero no puedo volver solo.”
Aquí, apostatar de la persona de Dios equivale a apartarse de los mandamientos de Dios. No hay comunión con Dios a menos que el hombre mantenga un corazón reverente y sometido a la voluntad de Dios. “¿Andarán dos juntos, si no estuvieran de acuerdo?” Amós 3:3; cf. Juan 14:21; 15:9-10).
¿No es esto una instrucción para que sepamos cuál debería ser el componente principal de nuestras oraciones a Dios? ¿Ha salido alguna vez de nuestros labios una súplica desesperada o algo parecido? En esencia, esto es lo que Jesús enseñó a Sus discípulos a orar, mediante peticiones como éstas en la oración del Señor, especialmente “no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal”; Satanás atemoriza cada día y seduce a los cristianos para que no hagan la voluntad de Dios. Pensar que podemos vivir nuestra vida cristiana sin la ayuda divina, que solo viene por medio de la oración, es la mayor presunción y es el preámbulo de una terrible caída de nuestra experiencia normal de gracia. El Señor castiga así el Señor castiga a Sus hijos necios y los cura de la confianza en ellos mismos. De esta manera expone a los que solo son unos hipócritas que empiezan y terminan con una forma de religión que no es más que el producto de su propia energía natural.
Esta noche, al comienzo del 2007, seamos diligentes asegurándonos de que hemos empezado bien espiritualmente. Confesemos también nuestra total dependencia de la gracia de Dios para acabar bien, no solo al pasar por el final de este año, sino al final de nuestra vida, hasta el día de Jesucristo (Fil. 1:6). Amén.
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