Cómo aprender a adorar (Sal. 119:7)
Te alabaré con rectitud de corazón
Cuando aprendiere tus justos juicios (Sal. 119:7).
Nuestro orgullo desmesurado hace que pensemos que “sabemos” cómo adorar a Dios y, sin embargo, sin gracia seguiremos inevitablemente el ejemplo perverso de Caín, quien trajo una ofrenda inaceptable delante del Señor (Gn. 4:3-5), consciente o inconscientemente. Cuando los predicadores ponen al descubierto nuestra ignorancia espiritual, y el descontento del Señor con nuestra necedad religiosa, nuestro semblante también se viene abajo, a menos que Él cambie nuestro corazón.
Muchas de las cosas que hacemos, y que merecen la pena, requieren algún conocimiento, habilidad y práctica antes de poder hacerlas bien. Nadie se sienta al volante de un coche por primera vez, dispuesto a conducir por la autopista. Cocinar de verdad (no las cenas delante del televisor) no se puede hacer sin aprendizaje culinario y práctica. Cualquier tipo de deporte serio requiere un compromiso formal con la disciplina antes de que la calidad aparezca. Entonces, ¿por qué tanta gente se las da de expertos en religión y adoración, mientras siguen siendo ignorantes de las Escrituras y extremadamente inconsistentes como cristianos que profesan?
Aprender a adorar a Dios es un proceso que la Biblia denomina discipulado: El concepto bíblico incluye tanto la dimensión intelectual como la moral. El discipulado exige el abandono de las falsas creencias, abrazar las doctrinas reveladas en las Escrituras, y cada vez más consistencia en vivir según la verdad tal y como está en Jesús.
El conocimiento de Dios se encuentra en el fundamento de toda religión verdadera. . . . . . . . . El conocimiento que yo recomendaría, aunque incluye la especulación del entendimiento, no se limita a esto. Consiste en un claro discernimiento de la gloria espiritual de Dios y en una intimidad santa con Él. No se puede conseguir ni con un conocimiento especulativo sin los afectos correctos, ni por cálidos afectos sin un conocimiento profundo y extenso. (Edward Griffin “The Knowledge of God” [El Conocimiento de Dios]” Sermón I en Life and Sermons [Vida y Sermones]).
Además, el final del discipulado no es simplemente el conocimiento teológico por sí mismo, ni tan siquiera la reforma moral como meta final. Antes bien, toda la escuela de Cristo está dedicada a llenar el cielo con una hueste de santos adoradores para la gloria de Dios. En otras palabras, ortodoxia (doctrina sana) es para la ortopraxia (vida sana), y ambas son para la doxología (alabanza de Dios).
De esto sacamos en claro que ninguno de nosotros estamos, en manera alguna, cerca de un entendimiento perfecto en cuanto a Dios, Sus obras y voluntad, ni en perfecta obediencia a Sus mandamientos. Necesitamos un perfeccionamiento de la adoración que le ofrecemos a Dios. El salmista se dio cuenta de esto y confesó su deseo de perfección como siervo en el templo del Señor.
El discipulado espiritual promueve una adoración aceptable
EL NIVEL DE ADORACIÓN
Dios no permitió nunca a nadie que le adorara de cualquier manera antigua que quisiera. Dado que la existencia y la naturaleza mismas de Dios no se conocen más que por la revelación divina, la sustancia y la forma de la adoración a Él también debe ser conocida. Si la adoración es para Su gloria y su placer, ¿de qué otra manera podernos saber qué es lo que Le agrada y Le glorifica?
Este texto denomina ese nivel divino “ tus justos juicios” otra frase descriptiva para Escrituras (también “la ley del Señor”, v.1; “Sus testimonios”, v. 2; “Sus caminos”, v. 3; “Tus preceptos”, v. 4; “Tus estatutos”, v.5 y “Tus mandamientos”, v. 6).
Las primeras palabras del pacto de Dios con Su pueblo, el antiguo Israel, tras un prólogo en el que se repasa Su gracia al sacarlos de Egipto, fueron cuatro grandes mandamientos acerca de las reglas para adorarle (Éxodo 20:1-11). Podemos decir que la prueba completa de la lealtad de Israel hacia el Señor era si Le adorarían de acuerdo con Sus reglas, o de alguna otra manera, bien según sus propios deseos naturales (Nm. 15:39-41) o imitando a sus vecinos paganos (Dt. 4:1-6; 12:30). Donde se abandona la pauta bíblica, se abandona la adoración verdadera.
EN BUSCA DE LA ADORACIÓN
El salmista vuelve a confesar sus deficiencias en cuanto a la santidad: “cuando aprendiere tus justos juicios”. Si traducimos el hebreo literalmente sería “en mi aprendizaje”. De manera que lo que está diciendo es: “Te adoraré con integridad….”
en la práctica o acto de aprenderlos. Su propia experiencia en cuanto a la naturaleza, influencia y valor de ellos, le llevaría a la alabanza sincera. No tenía ninguna duda de que vería que eran dignos de sus alabanzas, y en ellos encontraría cada vez más ocasión de glorificar y honrar a Dios. Cuanto más conocemos acerca de Dios, más cosas encontraremos en Él dignas de alabar. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento de Él y nuestra experiencia más dispuesto estará nuestro corazón para engrandecer Su nombre (Barnes, in loc.).
La mayor prioridad de nuestra vida debe ser la excelencia de nuestra adoración.
Iremos alcanzándola a medida que vayamos aprendiendo la Palabra de Dios no solo de una manera intelectual, sino de forma práctica a medida que nuestro caminar con Él se vaya haciendo más y más íntimo y nuestra conducta delante de Él vaya siendo conformada a Su voluntad revelada.
LA FORMA DE ADORACIÓN
La frase “con rectitud de corazón” es un elemento esencial de adoración que Dios acepta.
Esto hace que sea obvio por qué ninguna persona inconversa ha empezado a adorar a Dios de manera aceptable a Él. El corazón del pecador es hostil a Dios y a Sus mandamientos, y no puede sujetarse a ellos (Ro. 8:7). Incluso así, el Señor expresa Su abominación por los sacrificios y las oraciones de ellos (Prov. 15:8; 28:9). Sólo cuando Dios regenera a un pecador, que se arrepiente del pecado y pone una fe verdadera en Su Palabra y en Su Hijo, la adoración verdadera es posible, y hasta cierto punto, inevitable.
Existe algo llamado alabanza falsa y fingida, y el Señor la aborrece; pero no hay música comparable a la que emana de un alma pura que está en integridad. Se exige una alabanza de corazón, rectitud en ese corazón y enseñanza para que ese corazón sea recto. Un corazón recto tiene la seguridad de bendecir al Señor porque la adoración agradecida es una parte de su rectitud. Ningún hombre puede ser recto a menos que sea íntegro para con Dios, y esto implica rendirle la alabanza que se Le debe a Él. (Spurgeon, in loc.)
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